Los primeros helados que
recuerdo haber probado son los de Piriápolis. Con mi familia veraneábamos allá.
En las tardes calurosas íbamos con los
gurises a la heladería. Había dos: El Vesubio y El Faro. Nosotros íbamos a
El Vesubio. Cada uno elegía los gustos que quería, pero había un tema de no
menor importancia que decidir: vasito o cucurucho. Y, de pronto, se escuchaba corear:
“¡cucurucho!, ¡cucurucho!...” y así fue. Para el pueblo lo que es del pueblo.
Los cucuruchos parecían tener más cantidad de helado y ser más populares que
los vasitos. Entonces la mayoría de la gente los elegía.
Nosotros
teníamos en “la barra” un amigo, Gustavo, al que lo llamábamos CUCURUCHO porque
era muy alto y flaco. Gustavo partió hace poco. Cada vez que lo evoque me
aparecerá ese sabor exquisito de los helados de El Vesubio.
Mi recuerdo para él y un
abrazo a su familia. Con amor, Flavia.