Tomás, con sus tres
años recién cumplidos, llegó un día del jardín con la cara medio sucia y le
dijo a su mamá: “Me voy a lavar la cara solito”. La mamá le sonrió.
Entró
al baño, se acercó a la pileta y, como no llegaba, agarró un banquito para
estar más alto. Abrió la canilla y se lavó con una mano, pero no tuvo suerte.
Probó con la otra y tampoco lo logró. Entonces llamó a su mamá para que le
lavara la cara. La madre le dijo que él
lo podía hacer solo. Tomás le preguntó cómo. “Vos lo vas a descubrir, probá”.
Tomás pensó y pensó y, de pronto, se le ocurrió lavar una mano con la otra y
las dos juntas llevarlas a la cara y lavarla bien. ¡La satisfacción que tuvo
cuando lo logró! Pegó un grito de alegría y se
lo contó a su mamá que se puso muy contenta: “¿Viste?, le dijo, “y lo
descubriste vos solo. Te felicito”.
Pequeños
grandes logros. Una mano lava la otra y entre
las dos lavan la cara.
¡Gracias, Maricel e
Inés, por la mano que me dieron! Y muchas felicidades para el año que se
aproxima. Flavia