Su mamá se había mudado hacía poco y Aurora, pequeña todavía,
buscaba su rincón en la casa nueva. Cajas. Cajones. Libros. Utensilios de
cocina. Ropa. Estaba todo por acomodarse. Por suerte, Dina contaba con Luisa
para que la ayudase en sus tareas domésticas. Pero un día Luisa se enfermó y no
pudo ir. Entonces le mandó a Robi, medio aparato, pero lo suyo lo hacía
bastante bien.
Lo cómico del caso es que Aurora, a
pesar de su corta edad, también quería dar órdenes. Así que se dirigió a Robi,
lo miró seriamente y éste, sin mediar palabra, comenzó a funcionar, como un
robot. Aurora dio un maullido de sorpresa y Dina le sacó una foto.
La casa había quedado impecable.
Para mi amiga Diana y su gatita Minga con mucho cariño.